MICROTEXTURAS I. Sonidos de un silencio humano (2020)
Fragmento sonoro
Highlands, Escocia, UK
Desarrollado en Cryptic's Cove Park Residency con el apoyo del British Council.
Audio realizado con grabaciones de campo en Cove Park, Escocia, febrero de 2020.
Highlands, Escocia, UK
Desarrollado en Cryptic's Cove Park Residency con el apoyo del British Council.
Audio realizado con grabaciones de campo en Cove Park, Escocia, febrero de 2020.
El inicio del año 2020, el año de la pandemia, me sorprendió explorando y registrando silencios, a los que llamé microtexturas sonoras, durante una residencia artística en un entorno rural de las Tierras Altas escocesas. En una soledad e aislamiento casi proféticos, exploraba los rugidos del silencio: sonidos internos, diminutos, ocultos y matéricos.
Este audio se compone —o acaso descompone— de los ruidos de fondo de un mundo donde los elementos del entorno entablan conversaciones: la roca, el agua, la lluvia, el viento, la corteza y las hojas, la electricidad del micrófono y sus parásitos, siempre indeseables; mis pensamientos y los vaivenes anímicos, siempre confusos, como el ruido mismo.
Son elementos que se desplazan y se aglomeran, fragmentos que se tocan y entrelazan, empujados por fuerzas que parecen ajenas: atmosféricas, biológicas, magnéticas, eléctricas. Estas fuerzas animan movimientos imperceptibles para la escala humana y desatan una banda sonora latente, inaudible, compuesta por “silencios” que habitan un mundo circundante en el que mi cuerpo, desde su propia quietud imposible, también participa.
Son materiales tangibles e intangibles en constante movimiento, que entablan conversaciones, se afectan, se erosionan y se superponen. Friccionan bordes, mis bordes. Estos materiales terminan instaurando un nuevo cuerpo, una nueva materia: un todo complejo y dinámico que, al mismo tiempo, es también un fragmento.
Este fragmento sonoro es para mí como un pedazo de roca, una geoda de ruidos y texturas. Es un fragmento de mi escucha: lo escuchado allí, sin oídos, junto al viento, la montaña y el mar. Desde el silencio —un silencio que solo puede ser humano— cuando comenzaba la pandemia.
Este audio se compone —o acaso descompone— de los ruidos de fondo de un mundo donde los elementos del entorno entablan conversaciones: la roca, el agua, la lluvia, el viento, la corteza y las hojas, la electricidad del micrófono y sus parásitos, siempre indeseables; mis pensamientos y los vaivenes anímicos, siempre confusos, como el ruido mismo.
Son elementos que se desplazan y se aglomeran, fragmentos que se tocan y entrelazan, empujados por fuerzas que parecen ajenas: atmosféricas, biológicas, magnéticas, eléctricas. Estas fuerzas animan movimientos imperceptibles para la escala humana y desatan una banda sonora latente, inaudible, compuesta por “silencios” que habitan un mundo circundante en el que mi cuerpo, desde su propia quietud imposible, también participa.
Son materiales tangibles e intangibles en constante movimiento, que entablan conversaciones, se afectan, se erosionan y se superponen. Friccionan bordes, mis bordes. Estos materiales terminan instaurando un nuevo cuerpo, una nueva materia: un todo complejo y dinámico que, al mismo tiempo, es también un fragmento.
Este fragmento sonoro es para mí como un pedazo de roca, una geoda de ruidos y texturas. Es un fragmento de mi escucha: lo escuchado allí, sin oídos, junto al viento, la montaña y el mar. Desde el silencio —un silencio que solo puede ser humano— cuando comenzaba la pandemia.